La brutal matanza de civiles en la ciudad libanesa de Qana, la mayoría de los cuales eran niños, es la gota que colma el vaso de la brutalidad despiadada del programa israelí de destrucción del Líbano. Esta campaña desmedida se ha presentado, como siempre, envuelta en argumentos de defensa nacional y de lucha contra el terrorismo y ha estado amparada por la cobarde complicidad de la clase política de muchas de las naciones democráticas, con los Estados Unidos a la cabeza, y de las instituciones internacionales, principalmente la inútil e impotente ONU. La actuación de los países desarrollados, en Roma durante la reunión urgente para tratar la crisis, en San Petersburgo durante la cumbre de los G-8 y, en prácticamente todas las capitales europeas desde que empezó la agresión israelí, ha sido la muestra de pasividad más repulsiva y obscena que se haya visto en el mundo desde el genocidio de Sebrenica, durante la guerra de Bosnia.
¿Cuáles son las razones de la absoluta impunidad israelí, que transgrede todas las leyes internacionales y los principios más elementales de la convivencia humana?
¿Cómo puede una diminuta nación tener como rehén a toda la humanidad, imponer su ley de la barbarie y que nadie levante la voz?
Dos han sido los mecanismos utilizados por el estado de Israel para asegurarse el presente estado de parálisis de la comunidad internacional. Uno, su dominio y control de los medios de comunicación en los países de Occidente, la mayoría de los cuales están en manos, directa o indirectamente, de magnates judíos.
Otro, el sistema de autodefensa que inmediatamente califica de anti-semitismo cualquier critica a la política de Israel o cualquier comentario que no reverencie a la comunidad judía, como si estuviera por encima de cualquier obligación de rendir cuentas ante nadie. Si la fórmula del antisemitismo tenía su razón de ser después de la persecución sufrida en la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, ahora es pura demagogia y manipulación mediática, que incluso han conseguido incorporar como delito en los sistemas jurídicos de muchos países.La posesión de armas atómicas por parte de este minúsculo estado, que hace gala una y otra vez de la más atroz brutalidad y el más cínico desprecio por los derechos y la dignidad de todos los que no son de su especie, es una amenaza para toda la humanidad y es incoherente que americanos y europeos quieran imponer, con razón, una vigilancia al desarrollo nuclear de Irán, mientras que Israel no esté sujeto a ningún control, ni haya firmado ningún tratado internacional de limitación de la proliferación nuclear.